
Circuló por estos días a través de redes sociales una polémica imagen en la que el concejal y director nacional de Formación de Agentes Territoriales, Leandro Raúl Costa, aparece disfrutando de sus extensas vacaciones (de más de 40 días, plazo más que excesivo para un funcionario con tan sólo un año de antigüedad) en las arcádicas y translúcidas aguas de las playas costaricenses.
Teniendo en cuenta los señalamientos que al polifuncionario de Cambiemos vienen haciéndosele desde su retorno al Concejo Deliberante de Escobar por ocupar dos cargos, con sus respectivos sueldos, que no pueden ser correctamente desempañados en forma simultánea, y por la mencionada extensión de su informal licencia, esta imagen contribuye a exasperar hasta las más dormidas sensibilidades.
Pero las azules aguas y las blancas arenas parecen no haber sido los únicos divertimentos de la pausa estival. Un lujosísmo crucero por los istmos centroamericanos, según señalan algunas fuentes, habría deleitado a varios integrantes del grupo familiar, obligando a preguntarse cómo con un par de sueldos del estado (altísimos para una persona de clase media que sufre, como consecuencia de la política económica del gobierno nacional, el deterioro de su poder adquisitivo, pero bajos comparado con los costos de semejante fasto bizantino) se puede acceder a esos «gustitos». Acaso haya conseguido, puede conjeturarse con ironía, un precio promocional por tratarse de la empresa Costa Crucero. A esta altura hasta la homonimia levanta una sardónica comisura.
La irritación crece y la mueca se deforma cuando se aprecia el contraste entre este escenario paradisíaco y las modestas condiciones de vida de los barrios por los que los funcionarios de Cambiemos hacen frecuentemente publicistas excursiones, de una duración mucho menor, sin duda, a la de la centroamericana. Cuarenta días en el Caribe y cuarenta minutos en Maquinista Savio, lo suficiente para armar una ya acostumbrada mise en scene llamada timbreo y sacar las buscadas fotos, único objetivo del tour, sin siquiera dar oportunidad a que el sucio barro del conurbano profundo hiera el inmaculado calzado de primera marca ni las pulcras remeras de cegadora blancura.
Pero el contraste, con su consiguiente capacidad de generar indignación, no es sólo estético. Que la precariedad de los barrios visitados y la dureza de las condiciones de vida de sus habitantes sean en buena medida consecuencia de la política económica implementada por el gobierno nacional que estos militantes de Facebook apoyan, no escapa a la más liviana obervación.
No podrá sin duda crititicársele a los integrantes locales de esa fuerza política falta de coherencia con la conducta de sus correligionarios de mayor escala. Es conocida la debilidad del presidente de la Nación por las vacaciones prologadas y la de la gobernadora por las playas caribeñas. Y así como el primer magistrado monta una escena pueblo friendly en un colectivo lleno de extras y camarógrafos, Leandro costa hace lo propio en los barrios más vulnerables de Escobar. También es coherente que en ambos casos se vean los hilos.
Playa del Caribe y barrio pobre. Para los integrantes de Cambiemos, la primera es la realidad efectiva y hábitat natural; la segunda, una impostura antinatural diseñada por gurúes del marketing. Exactamente a la inversa que para la mayoría de los mortales.