Despiden a Costa del Ministerio de Desarrollo Social

Si bien la decisión aún no ha sido comunicada oficialmente, los días de Leandro Costa como funcionario del gobierno nacional parecen haber llegado a su fin, y no por decisión del espigado concejal, precisamente.

No son escasos ni recientes los motivos de este alejamiento. Algunos datan del momento mismo de la reasunción de su banca como concejal, ya que no era del todo comprensible cómo podían desarrollarse simultáneamente (y con un mínimo de eficacia) dos cargos públicos de semejante responsabilidad y que tenían no solo gran exigencia horaria sino que se desarrollaban en puntos geográficos muy alejados el uno del otro.

Pero sobre ésta, otras razones se fueron apilando hasta llegar al techo de la tolerancia de los referentes nacionales de Cambiemos. No poco pesó la arbitrariedad con que el profesor de educación física armó la lista de precandidatos a concejal para las próximas elecciones primarias, en la que decidió no reflejar (probablemente no se haya enterado incluso de su existencia) las proporciones e influencia de cada facción de su espacio político.

Eso desde adentro. Desde afuera también llovían los motivos para un pronto adiós, como las dos denuncias que sobre él pesan; la primera de ellas vinculada al pedido de informes que el fiscal federal Di Lello enviara al Concejo Deliberante para saber si cumplía efectivamente funciones allí; la segunda motivó una nota similar enviada por el juez federal Sergio Gabriel Torres en el marco de su investigación por los presuntos delitos de “Abuso de autoridad y violación de deberes de funcionario público”.

Tener en el plantel a alguien con semejante mochila judicial sólo podría justificarse, quizá, si el funcionario en cuestión mostrara una capacidad y vocación de trabajo poco fáciles de remplazar. Como éste sin duda no es el caso de Costa, dado que su performance al frente de la cartera de formación de Agentes Territoriales sólo satisfizo al personal de limpieza del Ministerio por tener una oficina menos de que encargarse, los motivos para que continuara en su cargo eran difíciles de encontrar (poco contribuía a su rendimiento, sin duda, la cantidad de días de vacaciones que, sin proporción con su antigüedad en el cargo, decidía tomarse; cantidad que entre enero y febrero estuvo cercana a 40).

Tampoco se los hallaba en el predicamento o apoyo local a su figura, ya que, tanto en elecciones pasadas como en los sondeos de opinión para las venideras, el edil no estuvo ni está cerca de alzarse victorioso.

A menos que el gentilicio sea motivo de orgullo, no existe, por lo tanto, demasiado fundamento para que los escobarenses recuerden el paso de su coterráneo por la función pública nacional.

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